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– Porque eres el único penalista competente que conozco al que no le va a tentar ni distraer la repercusión mediática del caso. Estoy segura de que buscarás lo mejor para Marilena.
– ¿Sois amigas?
– Le he llevado su divorcio, nada más. Fuimos juntas a Carmelitas, incluso comulgamos juntas. Era de esas compañeras de colegio que no llegas a tratar, pero que nunca olvidas porque todas nos mirábamos en el espejo para ver si nos parecíamos a ella: guapa, ni un grano en la cara, sonrisa de anuncio, y una melena rubia como los ángeles. Después nos perdimos de vista. Una vez la vi saliendo del cine con un hombre al que imaginé su marido. En otra ocasión, recogiendo niños a la puerta de un colegio. Alguna amiga me ratificó esos indicios: se había casado con un empresario y vivía a lo grande en una urbanización de lujo. Fíjate qué sorpresa cuando hace tres años llegó a mi despacho para pedirme que le llevara el divorcio. Sigue leyendo