El héroe insuficiente es una novela basada en la vida de Jenofonte, que trata de la crisis del imaginario heroico en la Grecia prehelenística.
Jenofonte tuvo dos hijos gemelos, Grilo y Diodoro. Grilo creció en la estela heroica de su padre; Diodoro, abrumado por la exigencia de su ejemplo.
Grilo murió joven -como corresponde a los héroes- en la batalla de Mantinea, en 362 a.c., un poco antes de que Jenofonte cumpliera los setenta años. Esta batalla pone fin a la hegemonía espartana y también, coincidencia que en modo alguno parece casual, punto final a las Helénicas de Jenofonte. Se nos ha transmitido la anécdota de que Jenofonte recibió la noticia de la muerte de su hijo limitándose a decir “yo ya sabía que mi hijo era mortal”. Nada garantiza su autenticidad, pero ¿por qué habríamos de dudar de ella? Su transmisión hasta nosotros la convierte en una verdad literaria. Bien, el problema es que había otro hijo. Se sabe que participó en la batalla sin destacar por ningún lance y que sobrevivió a su hermano, pero nadie ha contado cómo lo recibió su padre. Ni tampoco cómo había sido su vida hasta ese momento. Ahí es donde entra la novela.
Durante siglos, desde que allá por el siglo VI a.c. se fijó la primera versión escrita, la Ilíada había sido el manual de lectura para muchas generaciones, el libro sagrado de una sociedad heroica. Sabemos lo suficiente del origen y devenir de esta obra como para interpretarla en las condiciones sociales de cada época, tanto la de los «años oscuros» posteriores a la desintegración de la sociedad palacial micénica, como la del siglo de Pericles, por ponerle el nombre propio que le corresponde al zénit y punto de inflexión de una cultura y un modo de vida. Es ese legado, ese mundo, ese imaginario, el que entra en crisis en el siglo siguiente. Y si alguien puede ser piedra de toque de esa crisis, es la figura de Jenofonte soldado, historiador y ensayista. Pericles muere en el 429 a.c.. Dos años antes había nacido Jenofonte, que muere dos años después del nacimiento de Alejandro Magno. De Alejandro se dice que la Ilíada era parte de su equipaje de campaña, y podría afirmarse incluso que él fue su último lector, pues sus propias conquistas liquidaron ese mundo, el mundo que había conocido Jenofonte en su juventud. Con Jenofonte acaba el tiempo de los caballeros atenienses, de los héroes de barba y larga cabellera.